Hay mecanismos de la memoria por los que una determinada actividad hace recordar conocimientos adquiridos o situaciones vividas. Con el estudio de la didáctica del dibujo en la antigüedad llegaron a la memoria los métodos de la escuela peripatética iniciada por Aristóteles. En los albores del conocimiento los maestros impartían sus clases conversando con los alumnos mientras paseaban. Al no existir soporte gráfico ni siquiera el espacio físico de la escuela el saber se transmitía por vía verbal. Salvando las distancias el uso de blogs y otras herramientas que la tecnología pone a nuestra disposición, nos devuelve de alguna forma a los orígenes. Aprendemos conversando, contrastando, realizando comentarios… ¿Peripateando en el siglo XXI? Javi Baena nos cuenta que lo ha podido hacer en su instituto de Barbate.
Avanzando en el texto de Marín vemos cómo la enseñanza del dibujo en la Edad Media y hasta el Romanticismo iba encaminada al aprendizaje de un oficio. Primero en los talleres y a partir del XVI en las academias su orientación era fundamentalmente profesional. En muchos momentos del Maes se ha puesto de manifiesto la escasa preparación profesional que da la universidad. De forma generalizada se echa de menos esa formación en el tajo, una conexión seria entre empresas y centros de formación pública pues esto parece estar reservado a ciertas instituciones privadas. Esta sociedad credencialista ha desestimado la enseñanza práctica que sería bueno retomar.
La enseñanza del dibujo en aras de una formación exclusivamente profesional cambia en el siglo XIX. Con la organización de los sistemas educativos es cuando la enseñanza del dibujo se extiende al conjunto de la población. La incipiente industria necesitaba personas formadas en el lenguaje del dibujo técnico pues era el vehículo de la fabricación industrial. En 1803 Pestalozzi publica su libro ABC de la intuición de las proporciones considerado el primer manual de educación artística para la infancia. Por su parte Friedrich Froebel en 1835, aporta su original material didáctico que todavía se comercializa.
En la primera mitad del siglo XX cuando la tradición ya no es capaz de seguir inspirando al arte, se buscan modelos en la sencillez, ingenuidad, limpieza y espontaneidad del recién descubierto arte primitivo. Todo esto lo encontró Franz Cizec (1865-1946) en el arte infantil. En su pedagogía artística los niños juegan a pintar con expreso respeto de su libre y espontánea actividad. Este simple hecho motivó lo que, a mi entender, es uno de los apostolados artísticos más interesantes. Su máxima: “dejad a los niños crecer, desenvolverse y madurar”. Cizec llamó la atención de ingleses y estadounidenses y sentó las bases de la posterior autoexpresión creativa de Herbert Read y Viktor Lowenfeld en la que se propugnaba el desarrollo personal a través del arte.
En 1951 se dieron cita las más destacadas personalidades del mundo del arte, la psicología educativa y las enseñanzas artísticas convocadas por la UNESCO en un seminario que dio pié a la fundación de la sociedad internacional de educación a través del arte: INSEA. Es interesante su reflexión en la década de los sesenta, sobre los incipientes medios de comunicación de masas y su incidencia en educación artística. El desarrollo de estos medios de comunicación visual propició el interés por argumentos que sostenían que las artes visuales constituyen un modo de conocimiento y un lenguaje. El “ver es pensar" de Rudolf Arnheim y los aspectos comunicativos de la imagen fueron rápidamente captados por prensa, televisión y sobre todo por la publicidad. Todo ello incidió en la educación artística incorporando al currículo los elementos básicos del lenguaje visual.
Concluye Marín con el estudio de la revisión disciplinar de la autoexpresión creativa de Elliot Eisner y su repercusión en la DBAE (Discipline Based Art Education). Su principal objetivo es instruir al alumno para comprender y apreciar el arte a través de cuyo conocimiento se fomenta la creatividad.
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